Sí, amigos míos, vosotros también sois feministas

¿Hay hombres feministas? Por supuesto que los hay. Aunque la mayoría no se reconozcan como tales. Pero, afortunadamente, lo son.


Mis colegas (hombres) de la oficina todavía tienen los ojos como platos después de recibir un correo invitándolos a apoyar la huelga de este 8 de marzo. “¿Pero esto no tiene que ver con el Día Internacional de la Mujer y la lucha feminista?”. Exacto, y por eso queremos que nos respaldéis. Porque  compañeros de trabajo, amigos, novios, rolletes, hermanos, padres, abuelos… sí, la mayoría de vosotros sois feministas aunque no os identifiquéis como tales.


Esa posverdad que circula según la cual el feminismo es el equivalente al machismo está haciendo mucho daño. Feminismo es igualdad entre hombre y mujer. Machismo, en cambio, es superioridad del hombre sobre la mujer.

Amigos míos, somos feministas, y que no os engañen, no queremos estar por encima vuestro, queremos ser vuestras iguales.

Y para poder ser vuestras iguales, aún se tienen que hacer realidad una larga lista de deseos:
  • Queremos ir por la noche, tranquilas, sin llevar premarcado en el móvil el 112.
  • Queremos dejar de enviar mensajes conforme hemos llegado sanas y salvas a casa.
  • Queremos subirnos en un vagón del tren lleno de gente sin temer que un hombre aproveche para meternos mano o restregarse contra nosotras.
  • Queremos cobrar lo mismo que vosotros por el mismo trabajo.
  • Queremos romper con el techo de vidrio que nos impide llegar a los cargos directivos a pesar de tener la misma formación, o mejor, que muchos hombres que sí los ocupan sin problema.
  • Queremos que no se nos juzgue por nuestro aspecto: somos igual de competentes vestidas con traje de ejecutiva agresiva, con minifalda o con tejanos, completamente maquilladas o con la cara lavada.
  • Queremos ser madres, esposas, novias y que eso signifique un proyecto un común, de tú a tú, sin asumir la carga de la mayor parte de las responsabilidades domésticas y cotidianas.
  • Queremos poder viajar solas y a cualquier parte del mundo sin temor a esas destinaciones que son peligrosas simplemente por el hecho de ser mujer.
  • Queremos poder vestirnos como nos dé la gana para una fiesta sin pensar a qué hora se acabará, en qué zona es, habrá alguien que me podrá acompañar… no sea que en el camino de vuelta algún hombre considere que nuestra indumentaria lo está invitando a violarnos.
  • Queremos poder denunciar una violación sin que se nos acuse de guarras o de estárnoslo inventando.
  • Queremos vivir nuestra sexualidad como vosotros, que nunca teméis ser juzgados decidáis ser monógamos o cambiar de pareja cada semana.
  • Queremos poder decir NO y que el hombre no nos fuerce, aunque antes nos hayamos dado cien picos y nos hayamos magreado a base de bien.
  • Queremos evitar tener MÁS probabilidades de morir asesinadas por el hecho de ser mujeres.
  • Queremos que nos dejen de llamar feminazis simplemente por defender nuestros derechos.
Es muy probable que esta lista se quede corta porque también es muy hiriente y dañina esa otra posverdad según la cual el feminismo ya no es necesario porque ya se han conseguido muchas cosas.

Resulta que tenemos que estar sumamente agradecidas por tener derecho al voto o a abrir una cuenta corriente nosotras solas.


Vuelvo a mis compañeros de oficina. Son buenas personas pero no se consideran feministas. Aunque algo está cambiando en ellos. Y me siento feliz porque en parte soy un poco responsable.

Tengo la gran suerte que cada uno de ellos es padre de una o dos niñas. Y cuando les pregunto si ellos alguna vez han enviado un mensaje a un amigo para decir que habían llegado bien, me miran como si fuera de otro planeta. “Pues vuestras hijas, si nuestra sociedad no evoluciona, también lo tendrán que hacer”. Y, ahí, los que dan un paso adelante son ellos.

¡Bienvenidos!, la de hoy, también es vuestra lucha.

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