Lo bueno si breve, en serio ¿dos veces bueno?
La dimisión exprés de Màxim Huerta me lleva a reflexionar sobre las caducidades en esta sociedad líquida.
Màxim Huerta no pasará a la historia por ser el ministro más mediático. No, será Máximo el breve (un oximorón en sí mismo). Menos de una semana en el cargo.
El ya ex-ministro de Cultura se ha quejado de haber pagado una multa de la Agencia Tributaria dos veces. Tiene razón.
El suyo no es un caso de corrupción de hurtadillas. Es el intento que todo hijo de vecino con pasta lleva a la práctica en este país: pagar lo menos posible a Hacienda.
Y aquí, amigas y amigos, sería necesaria otra reflexión.
Pero este post no va de defender o atacar a Máximo el breve. Ni tampoco a CR7 o Messi, o los que fijan la residencia en Suiza para evitar el famoso eslogan 'Hacienda somos todos'. No va de eso.
En este post me apetece hablar de la caducidad, y no precisamente de los yogurts.
Qué me decís de los electrodomésticos y gadgets tecnológicos que utilizamos en nuestro día a día.
Sí, amores. El móvil o la tablet en la que leéis este post tienen una fecha de caducidad cada vez más corta.
Porque, a ver, ¿qué hacéis con un móvil de hace más de un año? Ya han salido dos nuevos y con una gamma de colores que incorporan ¡¡¡todos los pantones!!!
Ahora me diréis que no os dejáis influenciar por les modas. Da igual porque el fabricante hace todos los cacharros con eso que se llama obsolescencia programada.
¿Qué, os gusta el palabro?
Pero dejemos las cosas que son cosas y hablemos de las personas. Como Màxim.
En una sociedad líquida, las personas también somos objetos que casi perdemos nuestra utilidad en el mismo momento de ser usados. El concepto no es mío (¡qué más querría!). Es del sociólogo Zygmunt Bauman.
Así que, en un mundo ansioso de novedades, todo el mundo se frota las manos con el estreno de un nuevo ministro de Cultura. Tenía la esperanza de ir por la docena de ministras mujeres, pero no hemos hecho...
Lamento también deciros que no es necesario tener un cargo para que te persiga la maldita obsolescencia.
En cualquier puesto de trabajo eres un número de cuenta asociado a una nómina y, por lo tanto, totalmente prescindible.
Y qué me decís de las relaciones "más" personales !?
Ya os lo digo yo. Vivimos en una sociedad donde confesarle a alguien que te gusta es un deporte de alto riesgo. Seguro que te contesta: ¡tontaina!
La respuesta y la cara (o los iconos del móvil) de acompañamiento al "qué tont@ eres" son lo de menos. A continuación empieza la huida.
Qué importa si aquella persona de la que te estás escapando por patas no solamente te hace sentir bien, sino incluso de puta madre.
Lo importante es no arriesgarnos que tal vez nos estaremos perdiendo otras novedades. ¡Ni pensarlo!
Entiendo que ahora ya me disculparéis la osadía de parafrasear una de les más conocidas greguerías de Ramón Gómez de la Serna.
Pero, no quiero dejar pasar la oportunidad de decir BIEN ALTO que si alguna cosa o alguna persona me gusta: no quiero que sea breve.
Por cierto, señores de Apple como se me muera el móvil por la obsolescencia programada tendré un disgusto muy grande.
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