Y Meghan cambió el cuento

Dicen que Meghan ha salvado al príncipe y no al revés. Discrepo. Meghan se ha salvado a ella misma y, de paso, a su familia.


Leía en Instagram un "mantra" de Borja Vilaseca: "Cuando te amas, te empoderas y te liberas". En base a esta verdad del tamaño de un templo, la historia de Meghan Markle es de amor. Pero no hacia el príncipe Harry, sino hacia ella misma.

La vida de Meghan, como la de muchas personas, no ha sido fácil. Diría que nadie tiene una vida fácil porque, en mayor o menor medida, todos afrontamos problemas. Y con la tendencia generalizada al drama-queenismo existente, pues todo pueden ser problemas.

La Markle tuvo que aguantar que la gente pensara que su madre era la canguro. Es lo que tiene los matrimonios mixtos, en este caso de madre afroamericana (negra) y padre caucásico (blanco), y que la criatura salga más bien tirando a blanca para los gustos californianos. Con seis años, vino el divorcio y, de adulta, desavenencias con su padre y sus hermanastros. Ella misma vivió una separación cantada de antemano. Cuando se mudó a Toronto, para empezar su trayectoria en la serie Suits, se llevó el robot de cocina en el maletero del coche. Y después dice el ex que le sorprendió el divorcio. A ver, si coges la Thermomix o la Roomba la señal es cristalina.

Cuando se enamoró de Harry lo que cogió fue el toro por los cuernos y pa'alante. Un reto nada fácil. Aunque es cierto que en la realeza inglesa tienes el sustento asegurado, y no en plan funcionario sino multimillonario, las contraprestaciones son duras. Destaco una: prohibido el rojo pasión en labios y uñas.

Parecía que a todo el mundo le gustaba Meghan y que los cuñaos británicos aceptaban que fuera una americana, divorciada, tres años mayor que el príncipe. Los primeros pasos de Meghan en tonos beige nos cautivaron y ahí queda esa imagen icónica de una mujer empoderada avanzando sola hacia el altar. 


El cuento se convirtió pronto en pesadilla cuando la prensa sensacionalista británica decidió emular a los magnates de Hollywood y empezó con su propio remake del taquillero acoso a Lady Di. El principal azote de Meghan ha sido el mal llamado periodista Piers Morgan, que también tiene como particulares bestias negras al movimiento feminista y la visualización de las enfermedades mentales. Este individuo y otros de su especie han dibujado a la Markle como una trepa que abandona a padres, hermanastros, amigos y maridos. Ahora, después del Megxit, también separa familias, y nada menos, que reales.

Muchos dirían que es lo que toca, que es el precio a pagar por los privilegios y que Meghan debería aguantar el chorreo. Y ha aguantado y lo ha intentado combatir haciendo el papel de víctima. Ahí queda esa entrevista con lágrimas quejándose del tratamiento mediático. Pero también ha sabido decir BASTA y poner fin al papel de víctima. Como la protagonista de la magnífica película de Jota Linares, se ha quitado el collar invisible que nos domestica en supuestas vidas perfectas. Digo supuestas porque en un alto porcentaje, si nos pusiéramos a examinar a consciencia nuestras existencias, compraríamos un billete al fin de mundo. Y sólo de ida.

Ella mismo la dijo con otras palabras durante la entrevista-kleenex: "No es suficiente sobrevivir. Ese no es el objetivo de vivir. Uno tiene que prosperar y ser feliz".


Meghan se va de la familia real y cambia el cuento. El nuevo relato me parece precioso porque demuestra el compromiso, la estima y la compasión hacia si misma. La que deberíamos tener todos. No queremos aguantar ni tener miedo a cambiar las situaciones que nos desagradan. Especialmente, cuando no las aceptamos. Si no hay aceptación, la solución es el cambio.

Es cierto que se va a medias. Algunos dirán que es fácil no tener miedo siendo duquesa y ex-actriz famosa. Nos sorprenderían las historias de gente corriente que han hecho un Meghan antes que la Markle y a las que les va la mar de bien. Y se pueden pintar las uñas y los labios del color que les salga del unicornio.

Además quiero bautizar a los duques de Sussex como los nuevos Obama en la utilización de las redes sociales. Barack y Michelle lo petaron con la campaña Yes, you can y con ese abrazo de celebración de reelección que hizo historia en Twitter. Pues lo de anunciar tu independencia de Isabel II por Instagram me parece lo más. Y aún me parece mejor que respondas al comunicado-cabreo de la reina con una página web donde te autoentrevistas explicando la renuncia al sueldo público.

¡Bravo Megan!



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