¿Shakira o JLo? Las dos

Lo de este par de divas en la Super Bowl fue un recital de empoderamiento femenino del bueno


Cuando era pequeña perdí la cuenta de las veces que me preguntaron a quién quería más, si a mi padre o a mi madre. Ni se me ocurría contestar "a los dos por igual" porque entonces la escena se convertía en un interrogatorio policial. Ahora revivo esos días de infancia en versión "escoge a tu diva latina". ¿Shakira o JLo? Pues va ser que me quedo con las dos. Y añado más divas (de origen diverso) a la lista: Beyoncé, Lady Gaga, Alaska, Christina Rosenvinge, Rihanna... hasta Paulina Rubio, que me chifla.

Todas ellas son como mi amplio grupo de amigas: más altas, más bajas, más gordas, más flacas, más jóvenes, más viejas, más serias, más simpáticas... Aunque todas, absolutamente todas, tienen algo en común: son fabulosas. Porque las mujeres somos maravillosas, porque las personas somos fantásticas. Vale que hay hij@s de Perkins suelt@s pero son minoría. Así que ¡viva la gente maja que puebla este planeta!

Me he venido muy arriba (lo sé) pero es que es muy cansino que el ESPECTÁCULO que ofrecieron estas dos artistazas se reduzca a un duelo de quién estaba más delgada, quién parecía tener el secreto de la eterna juventud o quién sacudía mejor el pelazo. El culo, las dos, sin ningún lugar a duda.


¿Competir? ¿Colaborar? Como han demostrado los estudios de la bióloga Lynn Margulis, en la historia de la evolución ha imperado más la colaboración entre las especies que la competencia despiadada por la supervivencia. Lo de la Super Bowl es un ejemplo que, al igual que en la vida, la unión simbiótica y cooperativa permite triunfar a quien se asocia: las dos artistas han logrado un aumento del 893% de media en las ventas de sus canciones.

Sí, lo habéis adivinado, hay una que gana más que la otra pero no lo pienso decir.


Tras esa búsqueda obsesiva de la rivalidad entre Shaki y Jenny se esconde la cultura heteropatriarcal. Como buena feminazi que soy me permito afirmar que nuestra sociedad machista sólo concibe las relaciones entre mujeres desde la comparación, especialmente centrada en la apariencia física. No descubro nada nuevo y menos en el mundo del artisteo, donde las mujeres están más que hartas de aguantar un tipo de juicios que jamás se hacen respecto a sus homólogos hombres. En las frecuentes colaboraciones entre cantantes latinos (Romeo Santos, Ozuna o Marc Anthony, son algunos ejemplos) no recuerdo ningún comentario sobre cual de ellos está en mejor forma o parece más joven de la edad que realmente tiene.

En cambio, si dos mujeres comparten escenario aparece el juicio-prejuicio según el cual se hace indispensable la comparación: siempre debe haber una ganadora y, por tanto, una perdedora. El clasicazo que las mujeres sólo pueden ser rivales. Tan asumido lo tenemos socialmente que ni se me pasa por la cabeza hacer un trío con otra mujer por miedo a las comparaciones (y que salga yo perdiendo, of course).


Por suerte la rivalidad esta de rebajas. Cada día somos más las mujeres que reivindicamos nuestra hermandad porque vivimos experiencias únicas propias de nuestro género y eso crea una complicidad automática. Algunas de esas situaciones, como la discriminación o el acoso sexual, preferiríamos que no nos unieran pero, de momento, lo hacen.

La polémica también viene servida porque es inevitable asociar mujeres artistas y apariencia física cuando ellas solitas se lo buscan. Sigue el tono irónico. No se puede hablar de empoderamiento femenino con ese vestuario de ropa escasa y esas coreografías plagadas de movimientos sexuales. La mismita mentalidad que el poder judicial que es capaz de culpar a la víctima por llevar la falda muy corta.

Me voy a centrar en la Super Bowl. A la ya comentada pelea de quién lo hizo mejor, también se suma la crítica que acusa al intermedio del evento deportivo de cosificar a las mujeres. Un poquito de memoria, por favor. El año pasado el entretenimiento fue a cargo de los machos de Maroon 5 y su buenorro cantante, Adam Levine, lució musculamen sin camiseta y se tocó el paquete durante la actuación. Este año Shak y Jenny han lucido culamen y han movido la pelvis que da gusto. Pues lo mismo es. Rectifico, no, no es lo mismo. Básicamente porque lo de Maroon 5 fue de pena y mirad que soy fan de Adam (y de su música también). Lo de este 2020 ha sido otra cosa: un ESPECTÁCULO. Con mayúsculas y negrita.

Cierto es que las divas de la canción no son de usar mucha tela. Pero los divos tampoco. Me viene a mi mente calenturienta ese otro artista de la canción y el baile llamado Jason Derulo, que se autocosifica tanto como las buenorras que salen en sus videoclips. Y no sigo porque Jason se merece que le haga un post para él solito.


Además de confesar que Jason (Derulo) me pone (tanto como Momoa), añadiré que me siento muy diosa de la Super Bowl cuando en el gym nos enchufan una coreografía sexy de mucho contoneo pélvico. Es de una autoestima acojonante. Os lo recomiendo mucho porque la autoestima es importante. También la fraternidad.

Por eso acabo reivindicando una palabra: SORORIDAD. Neologismo bonito donde los haya de significado más bonito aún. Procedente del latín soror, -ōris que se traduce como "hermana carnal".





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