Todas somos putas
Cuando faltan argumentos las mujeres somos una zorras, feas y malfolladas que sólo servimos de florero
La líder de Ciudadanos en Cataluña Inés Arrimadas es una experta en el postureo demagogo. No descubro nada nuevo cuando digo que desde que entró en política nos ha ofrecido una buena recopilación de fotografías y declaraciones que brillan por la ausencia de contenido real pero que hacen las delicias de sus seguidores. Y ella, se debe a su público.
Aquí en el Parlament postulándose para "presidenta" |
Al otro lado, sus detractores la critican sin cesar. Así es el juego. Pero una cosa es criticar y otra es vomitar. Y, en este punto tengo que confesar, que periódicamente tengo que salir en defensa de Inés más de lo que me gustaría porque hay comentarios que hacen una peste insoportable a machismo recalcitrante, aunque se escondan detrás de un lazo amarillo o una estelada.
Lo siento aunque Inés sea absolutamente odiosa, hay límites que hay que defenderlos como auténticas hermanas. Porque, a veces, cuando leo los comentarios de Twitter no sé si estoy en una red social o en un estercolero.
Y esto me lleva a hacer varias reflexiones (que sabéis que cuando reflexiono, lo hago a fondo)...
Nunca he escondido que estoy a favor de una República Catalana pero quiero algo más que un cambio de bandera y de pasaporte. Si se tiene que construir sobre los cimientos del heteropatriarcado, apaga y vámonos. Y me temo que no andamos por el buen camino.
Este fin de semana un conocido humorista catalán ha tachado a Arrimadas de puta para criticar su performance en Waterloo. Al más puro estilo Pérez Reverte: si alguien quiere criticar a una mujer, le llama zorra y punto, no necesita buscar argumentos.
Sin salir de la política catalana, aún me acuerdo del vergonzoso episodio contra Anna Gabriel y otras mujeres de la CUP cuando este partido político vetó la reelección del entonces presidente Artur Mas. En ese momento, Twitter se llenó de lindezas del tipo "putas, feas, malfolladas...".
Y es que señalarnos con cualquier adjetivo que tenga que ver con nuestro físico o con nuestra sexualidad es el mejor o el único argumento que tienen algunos (y también algunas, desgraciadamente).
La Arrimadas además de guapa es poco solidaria. En la época que coincidió con Anna Gabriel, fraternidad, pues más bien poca. Pero no vamos a ser todas de la misma condición que la ladrona. Inés no se merece que nadie la llame puta ni desee que la violen en manada. Lo mismo que Anna Gabriel, que ni es fea ni tampoco una malfollada.
Me pregunto por qué en política importa el peinado y la ropa de las mujeres y, en cambio, de los hombres sólo se tiene en cuenta su discurso. Uno de mis diarios favoritos (y, por favor, que conste la ironía) en los pies de foto de una sesión del Parlament se refirió a la indumentaria de las féminas y a los discursos de los machos. La palabra de ellos cuenta. De nosotras, tan sólo la imagen.
¡Viva la igualdad!
La misma que defiende otro de los grandes intelectuales de España. Félix de Azúa, que cuál Pérez Reverte, para criticar la gestión de la alcadesa Colau sólo se ocurre decir que que "debería estar sirviendo en un puesto de pescado". Y ya que hablamos de alcadesas... ¿qué decir de Manuela Carmena? Pues nada, que es un viejuna. ¡¡¡Cómo si los políticos hombres destacasen por ser yogurines!!! Que esta mujer ha reducido en un 54% la deuda del Ayuntamiento de Madrid como que no cuenta.
Y es como muy bien dijo la ex-presidenta de Chile, Michelle Bachelet: " Si una mujer entra en política, cambia la mujer; si muchas mujeres entran en política, cambia la política". Y en eso estamos.
Así que en una sociedad machista, ser mujer y dedicarse a la política tiene un precio alto. ¡Hasta gestionando un país con un presupuesto de más de 350 millones de euros tienes que justificar la ropa que llevas! La todopoderosa Angela Merkel lo resumió la mar de bien hacer unas semanas: "No supone ningún problema que un hombre se ponga el mismo traje azul oscuro cien días seguidos, pero si yo llevo la misma americana cuatro días en dos semanas, los comentarios empiezan a multiplicarse".
CONCLUSIÓN:
Políticas, y mujeres del mundo en general, somos como Helena de Troya: putas (y también muy bellas)...
... porque la culpable de la guerra de Troya fue la bella Helena, que el pobre Paris sólo pasaba por allí. Cómo esos vomitadores machistas de Twitter a los que provocamos constantemente con nuestro cromosoma XX (que les suena a doble incógnita o les evoca un porno muy duro).
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